Empieza la semana con una noticia sobrecogedora: Galeano, el célebre escritor hispano-americano, muere a los 74 años. «Siempre se van los mejores». Y yo me pregunto ¿cuántas personas se sentirán huérfanas hoy, en un mundo sin Galeano?, ¿cuántas soledades habrá producido su ausencia?, ¿cuántos vacíos, cuántos llantos?
Galeano siempre ha sido un ejemplo en mi vida, tanto literaria como ideológicamente, y su muerte ha sido un duro golpe, un salto al precipicio, un daño irreparable. Aparecen en mi mente tantos y tanto escritores luchadores, valientes, que dieron la vida por las palabras, por la esperanza. Neruda, Machado, Lorca, Salinas, Cortázar…y hoy, Galeano, que ha muerto regalándonos libros y abrazos.
Galeano, el maestro que nos ha desnudado y desdudado con sus letras, que nos ha arropado entre sus páginas haciéndonos sentir hogar incluso en un planeta deshumanizado como éste, como el nuestro. Galeano, compañero, bajará un ángel del cielo a cerrarte los ojos suavemente y a cuidar a la mujer que tienes atravesada, aún, en los párpados.
No soy creyente pero me gustaría creer que existe un cielo de poesía, un paraíso de metáforas y sueños en donde todos ellos disfrutan de una vida merecidamente feliz, en donde pueden escribir sobre el amor sin relacionarlo con el dolor y las injusticias. Quiero creer que Galeano sonríe allá arriba y abraza a Benedetti y a Borges. Que Alberti navega entre las nubes y nunca más lo alejarán de mar.
Galeano, amigo, vuela alto…y dile a Miguel (Hernández) que vuestra lucha no ha sido en vano.
Descansa, maestro.

Hablando de Eduardo Galeano, Frida Devecchi (2º Bach. A)

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