En esta semana marcada por la dualidad tradición, Día de los Santos, y modernidad, Fiesta de Halloween, Los lunes…Poesía rescata de las enciclopedias de Literatura Universal a un escritor estadounidense vanguardista, sin duda hablamos de Edgar Allan Poe (Boston, 1809 – Baltimore, 1849).

Escritor y poeta romántico, es conocido por sus cuentos de terror. Pero en este caso os proponemos su último poema completo, Annabel Lee, que nos relata una bella, triste y algo terrorífica historia de amor. Os animamos a ver los vídeos que sobre el  poema proponen dos grupos musicales de época, estilo y estética bien distinta, Radio Futura y Enrique Bunburi. Gracias a la profesora María López por llenar esta semana de escalofriante poesía.

 

«Annabel Lee» de Edgar Allan Poe (adaptación del poema para canción).

 

Hace muchos, muchos años en un reino junto al mar
habitó una señorita cuyo nombre era Annabel Lee
y crecía aquella flor sin pensar en nada más
que en amar y ser amada, ser amada por mí.

Éramos sólo dos niños mas tan grande nuestro amor
que los ángeles del cielo nos cogieron envidia
pues no eran tan felices, ni siquiera la mitad
como todo el mundo sabe, en aquel reino junto al mar.

Por eso un viento partió de una oscura nube aquella noche
para helar el corazón de la hermosa Annabel Lee,
luego vino a llevársela su noble parentela
para enterrarla en un sepulcro en aquel reino junto al mar.

No luce la luna sin traérmela en sueños
ni brilla una estrella sin que vea sus ojos
y así paso la noche acostado con ella
mi querida hermosa, mi vida, mi esposa.

Nuestro amor era más fuerte que el amor de los mayores
que saben más como dicen de las cosas de la vida
ni los ángeles del cielo ni los demonios del mar
separarán jamás mi alma del alma de Annabel Lee.

No luce la luna sin traérmela en sueños
ni brilla una estrella sin que vea sus ojos
y así paso la noche acostado con ella
mi querida hermosa, mi vida, mi esposa.

En aquel sepulcro junto al mar
en su tumba junto al mar ruidoso.
Hace muchos, muchos años en un reino junto al mar
habitó una señorita cuyo nombre era Annabel Lee
y crecía aquella flor sin pensar en nada más
que en amar y ser amada, ser amada por mí.