En el mes de agosto la mayoría de los parámetros se mantuvieron en niveles adecuados salvo los nitratos ligeramente elevados. Los nitritos, procedentes de materia orgánica, se eliminan por la acción de bacterias descomponedoras por lo que se puede pensar en una escasez de estos organismos o en un exceso de materia orgánica. El aspecto del agua era francamente verde debido a la proliferación de fitoplancton e incluso durante varias semanas no se podía ver el fondo a pesar de que la charca no tiene más de medio metro de profundidad. A diferencia del verano anterior no ha habido plaga de algas filamentosas y el aspecto de la charca ha sido bastante natural con abundancia de eneas, carrizos y juncos, una población considerable de ranas e invertebrados acuáticos. Al microscopio destacaban los ostrácodos, dafnias, rotíferos, dafnias y diatomeas.
Conforme avanzaba el mes de septiembre la charca perdió el color verde y el fondo fue nuevamente visible mostrándonos que las algas caráceas, que son las más propias de este ecosistema, habían superado felizmente el verano. Entre ellas se mueven muchos renacuajos en avanzado estado de metamorfosis. Las lluvias torrenciales correspondientes a la «gota fría» de septiembre llenaron por primera vez los depósitos que recogen el agua de lluvia de la marquesina del aparcamiento; esto ha permitido rellenar la charca con este agua. No obstante, el análisis químico del agua de la charca no es bueno: pH superior a lo normal (se podría achacar a los arrastres laterales de tierra provocados por las lluvias), niveles de cloro anormalmente alto (difíciles de explicar) y bajo nivel de CO2 que puede actuar como factor limitante para del desarrollo de los vegetales acuáticos, pero que no es preocupante.