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LA
VEGETACIÓN ESCLERÓFILA.
La vegetación del bosque mediterráneo
también
recibe el nombre de vegetación esclerófila que quiere
de decir "de hoja dura", por ser esta característica
común a la encina, el acebuche, el algarrobo, la aulaga y
otras muchas plantas... Se trata de una adaptación a la
prolongada sequía estival propia del clima mediterráneo
ya que las hojas endurecidas permiten reducir al máximo la
pérdida de agua. En realidad son varias las adaptaciones
encaminadas a reducir esta transpiración:
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Las
hojas duras están provistas de una gruesa cutícula que
forma un aislante. La cutícula está formada por varias
capas de células donde se encuentra una sustancia denominada
lignina que endurece.
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Los estomas (poros a través de los cuales
se realiza el intercambio gaseoso), se agrupan en concavidades y se
protegen con pelitos o escamas que tienen como misión atrapar
una fina de capa de aire y saturarlo de humedad, lo que impide la
difusión de vapor de agua. Ejemplo: matagallo.
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Las
hojas de color grisáceo o blanquecino reflejan mejor la luz
solar y evitan el calentamiento de la hoja. Ejemplo: ardivieja.
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Las
secreciones de ceras y aceites tienen una función antidesecante.
La abundancia de plantas ricas en estas sustancias es la causante del
intenso aroma del bosque mediterráneo. Ejemplo: jara pringosa.
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A
veces las hojas se transforman en espinas reduciendo al mínimo
su tamaño como en la aulaga o pliegan sus bordes como en el
romero.
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Las
formas redondeadas de las copas, junto con su baja altura y la espesura
del ramaje, son también adaptaciones al medio.
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Por último las raíces suelen ser muy
largas para buscar la humedad, hasta de diez metros en el caso de la
encina.
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